Hay una transición interesante que ocurre de manera espontánea y natural: descubrimos que, en la medida en que hay valentía en nosotros —voluntad de mirar, de apuntar directamente a nuestro propio corazón— y en la medida en que sentimos cierta bondad hacia nosotros mismos, confiamos en poder olvidarnos de nosotros mismos y abrirnos al mundo. La única razón por la que no abrimos nuestros corazones y mentes a los demás es porque activan en nosotros una confusión que no somos lo suficientemente valientes o cuerdos como para resolver. En la medida en que nos miramos clara y compasivamente a nosotros mismos, nos sentimos confiados e intrépidos mirando a los ojos a los demás. Entonces, la experiencia de abrirnos al mundo comienza a beneficiarnos a nosotros mismos y simultáneamente a los demás. Cuanto más nos relacionamos con los demás, más descubrimos dónde estamos bloqueados, dónde nos mostramos desagradables, temerosos o cerrados. Verlo es una ayuda, pero al mismo tiempo es doloroso. A menudo nuestra única reacción es usarlo como munición contra nosotros mismos. No somos buenos, no somos honestos, no somos valientes y más nos valdría rendirnos ahora mismo. Pero cuando aplicamos la instrucción de ser delicados y no juzgar de inmediato,116 Pema Chödron – Cuando todo se derrumba-, las cosas que vemos, entonces ese reflejo en el espejo que nos daba tanta vergüenza se convierte en nuestro amigo. Ver ese reflejo se convierte en una motivación para suavizarnos y aligerarnos más, porque sabemos que es la única forma de seguir trabajando con los demás y ser de algún beneficio para el mundo. Ahí es cuando empezamos a crecer. Mientras no queramos ser honestos y buenos con nosotros mismos, siempre seremos niños. Cuando empezamos a aceptarnos, la vieja carga de la autoimportancia se aligera considerablemente. Finalmente, hacemos sitio para una curiosidad genuina y descubrimos que tenemos apetito por lo que hay ahí fuera.
POEMA DE PERMISIÓN
No intentes cambiar a nadie:
limítate a iluminar…,
porque es tu luz la que invita
a tu prójimo a cambiar…,
Que en estos tiempos extraños
en que elegiste volver,
tu tarea, compañero,
no es otra que la de “ser”.
Y si ese que va a tu lado
se encuentra dormido acaso,
respeta su desarrollo
y su aparente retraso…
Contémplalo con ternura
y acéptalo tal cual es,
y déjalo que prosiga
marchando sobre sus pies.
No te olvides que él está
siguiendo su “plan de vida”:
ese que le armó su alma
al preparar su venida.
Y tú no puedes lograr
que eleve sus vibraciones,
ni con presiones abiertas
ni sutiles empujones….,
porque hay ciclos en la vida
que no se pueden forzar:
¡ya su corazón un día
se abrirá de par en par!
Y entenderá cabalmente
de forma clara y certera,
que esta vida es solamente
una ilusión pasajera…
Tú entra en tu propio silencio,
y en forma suave y callada,
deja que tu luz interna
se filtre por tu mirada.
Tu impronta suave y serena
produce su propia acción,
y esparce sobre las cosas
silenciosa inspiración…
Y cuando dejas que el otro
transmute su propia cruz,
no intentas cambiar a nadie…
¡pero los cambia tu luz!
-Jorge Oyhanart-